martes, 11 de septiembre de 2018

El árbol maldito de Casandra



Era Casandra una jovencita canaria adolescente de unos 15 años perdidamente enamorada de Iván, un chico de su misma edad. Todos conocían su idílica relación, aquella íntima amistad que los llevaba a compartir interminables momentos bajo un frondoso árbol. Pero no era tiempos buenos para relaciones adolescentes; la prudencia debía invitar a la calma; la calma a la astucia y la astucia a la paciencia para descubrir los momentos propicios para encuentros furtivos. Sin embargo, el primer amor siempre es descuidado, y los descuidos son buenos compañeros de las envidias ajenas, los prejuicios y las venganzas.

Nadie en su localidad veía la relación con buenos ojos. La tachaban de insana, de antinatural y pronto, su familia se vio señalada. Aturdido y no menos enojado, el padre de Casandra decidió acabar drásticamente con aquella situación pues tal deshonor familiar exigía la muerte del amado. Así, Iván abandonó este mundo a manos del padre de Casandra.

Desolada y al mismo tiempo resentida contra su padre, Casandra decidió vengarse de su padre pactando con el Diablo, pero una vez más el descuido la condenó. Sus deseos de venganza fueron descubiertos y ante tal pacto con Lucifer, Casandra fue acusada de bruja y quemada bajo el mismo árbol que fue testigo del amor de ambos jóvenes.

Dicen los del lugar que aún hoy día, de cuando en cuando, se escuchan los gritos de una joven y que junto al árbol es posible escuchar cadenas arrastrándose sujetando el alma en pena de Casandra que aún vaga por aquel lugar.

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