Todo empezó
una tarde de agosto de 1999, yo acababa de cumplir 16 años y estaba de “picnic”
con los amigos de mi pueblo de la sierra de Madrid. Éramos cinco y a eso de las
ocho y media de la tarde, cuando el sol empieza a esconderse detrás de las
montañas, a uno de mis compañeros se le ocurrió la maravillosa idea de invocar
a los muertos. Al volver los dos hacia el lugar donde se produjo la supuesta
invocación, el resto de mis compañeros nos advirtieron que habían contactado
con una señora, muerta hace unos setenta años en la guerra, y que les había
dicho que tendríamos problemas para bajar al pueblo de vuelta a casa.
Dos de mis
amigos bajaron en moto y avisaron a mi primo para que viniera a recogernos al
resto. La espera se hizo corta y enseguida apareció él con su enorme volvo 74,
un coche que en sus doce años de existencia jamás había dado ningún problema.
Nos montamos y prácticamente nada más arrancar, el motor se para. Los tres de
atrás nos miramos con cara de poema cuando mi primo arrancó hasta tres veces el
motor del volvo únicamente consiguiendo que el motor se volviese a parar sin
razón alguna. El terror se acentuó cuando notamos que ganábamos velocidad con
demasiada facilidad. No era común ver a mi primo conducir a más de 90 km/h
bajando un puerto de montaña con cara de parecer normal. El frenazo no se hizo
esperar, y el coche quedó atravesado en la carretera. Cuando por fin llegamos a
nuestro destino y con los pantalones sospechosamente húmedos, descubrimos la trama.
Efectivamente
el flamante volvo de mi primo no tenía ningún problema, fueron los dos chicos
que bajaron en moto los que planearon la broma en un instante y la mecánica
hizo el resto.
jolines pues vaya bromaaa...
ResponderEliminarPobres chicos, entiendo el miedo que tuvieron que pasar..
ResponderEliminarque gracisos los niñatos, anda que si los llega a pasar algo grave..
ResponderEliminarque interesante
ResponderEliminarvaya una broma de mal gusto
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