Se dice que en cierta región de Los
Pirineos, se encontraba una hermosa y gigantesca casa, del otro lado del rio.
Hacía tiempo que no se miraba gente en ella así que grupo de chicos curiosos, se atrevió a cruzar el puente, y
entrar en la casa.
Uno
de los niños se quedó esperando por ellos sin cruzar el puente, pues el agua lo
asustaba demasiado. Los demás continuaron para satisfacer su curiosidad,
revisaron todas las puertas y ventanas hasta encontrar un lugar por el cual
entrar. Finalmente dentro, hurgando por aquí y por allá, encontraron en algunas
habitaciones enormes estanterías, desde el suelo hasta el techo, repletas de
frascos de cristal, con algunos líquidos de colores y algún tipo de masa dentro de ellos, la luz era algo
escasa, y nadie había tenido la genial idea de cargar con una lámpara.
Cuando
se dirigían al segundo piso, vieron la horrible pintura de un hombre sobre la
chimenea, este tenía una expresión de enojo, y parecía que seguía atento cada
uno de sus movimientos. Los chicos continuaron revisando el lugar, y
encontraron un par de fósforos, que al encenderlos, les permitieron ver que lo
que había dentro de los frascos eran restos humanos, fetos y animales deformes.
Bajaron corriendo las escaleras, el hombre del cuadro ya
no estaba, aquello era en realidad una ventana, desde la cual estaban siendo
observados. El muchacho que se quedó fuera, solo escucho gritos aterradores, y
salió en busca de ayuda…
Cuando
las personas acudieron al lugar, no pudieron encontrar a los chicos. Pero
desataron su rabia contra todos aquellos frascos de horrores, rompiéndolos uno
tras otro, solo para darse cuenta con tremendo terror… que sus hijos ya estaban dentro
de ellos, hechos también pedazos… en la casa
que en épocas antiguas fue de un doctor, acusado de perder la razón.
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