Las tradiciones populares son muy sabias, una de ellas
afirma que ciertos sucesos producidos durante el embarazo o parto, indicarían
que el niño tendrá gracia, es decir, un don especial para ver las cosas que
otros no pueden ver o para curar determinadas enfermedades. Lo que para unos,
en el ámbito urbano, es un ejemplo más de superstición o de leyenda, para
otros, en el ámbito rural, es el resultado de la observación de estos hechos a
lo largo de los años.
Un signo característico es llorar en el vientre materno, más
bien que la madre oiga o sienta al niño llorar dentro de su vientre. Durante el
siglo XVIII en España se creía firmemente que aquellos fetos que lloraban tres
veces en el vientre de su madre y ésta guardaba su secreto hasta el momento del
nacimiento, se convertían en saludadores, unos curanderos capaces de sanar,
entre otros males, la hidrofobia. De lo contrario, si era una bocazas y lo
contaba a sus vecinas su futuro hijo perdería la gracia otorgada por los
cielos.
También hay otros signos que la tradición atribuye al origen
de la gracia y que pueden ir acompañados al llanto, como es nacer con velo,
manto de la virgen, camiseta, toquilla o zurrón. Se trataría, al parecer de una
forma de describir la inusual envoltura que acompaña al niño en el momento de
salir al exterior, con las membranas de la placenta o el recubrimiento llamado
lanugo, que protege al recién nacido de la pérdida de calor.
Además de todo ello, el niño o la niña puede presentar unas
marcas en el paladar que reciben el nombre de Cruz de Caravaca, Rueda de Santa
Catalina, formadas por extraños símbolos que indicarían un origen sobre
natural, un elemento de protección mágica.
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